lunes, 23 de mayo de 2016

Nombramiento del Cronista mas popular

La Fundación Museo del Trasporte aprecia el recordatorio del nombramiento como cronista oficial de Caracas del periodista autor de la columna Brújula, durante 40 años publicada en el diario El Universal. cuya designación en 1979 constituyó antes que nada el reconocimiento de su ciudad a uno de sus hijos que se ocupó no sólo de la historia de la capital sino de la gente, de problemas del país como la agricultura como recurso de primera importancia para asegurar la verdadera independencia. la vocación y dedicación al trabajo constante, organizado, honesto, el conservacionismo, promotor del conocimiento de las interioridades y el excursionismo por el cerro El Ávila, la educación, las buenas costumbres, la familia, el derecho a que todo niño conozca a su padre, protección del patrimonio histórico, y, la probidad tanto entre los responsables de la gestión pública como en la esfera privada. 
Guillermo José Schael (Caracas 1919/1989) es considerado el "cronista más popular" entre todas las prestigiosas figuras que han ostentado tan honorífica y exigente encomienda que él tuvo el privilegio de recibirlo en vida, cuando realmente debemos exaltar los valores humanos, subrayando aquellos tan ausentes en nuestro país del encumbramiento, como son nuestros denominados "héroes civiles", esa mayor parte ausente en la memoria colectiva y de la debida consideración de la República.



martes, 3 de mayo de 2016

GJS por Adolfo P. Salgueiro


Conocí a G.J.S. pocas semanas antes de la toma de posesión del Presidente Carlos Andres Pérez (I).
En mi condición de profesor -novel entonces- de Derecho Internacional Público en la UCAB había mantenido una amable relación con el Dr. Efraín Schacht Aristeguieta quien era profesor de la misma asignatura en la UCV y había sido compañero de escuela primaria  de G.J.S. Schacht escribía en "El Universal" la prestigiosa columna semanal  "Atalaya" que abordaba temas internacionales.
El entonces presidente-electo  había ofrecido a Schacht Aristeguieta el cargo de Canciller  en el gobierno a instalarse lo cual impedía al designado continuar con su columna.
En esas circunstancias el Dr. Schacht recomendó a Schael que me diera cabida en las páginas de opinión de "El Universal" mientras él estuviera en el gobierno. Una vez que Schael estuvo "medio convencido" un tío de mi esposa, el Dr. Manuel Palma Labastida, quien también colaboraba ocasionalmente con el periódico me llevó para una entrevista personal con Schael.
La entrevista no fue  muy larga  y -según mi apreciación del momento- Schael no fue particularmente amable sino mas bien parco y directo al grano. Allí mismo, y sin necesidad de requerir autorización alguna del Dr. L.T. Arismendi , me respondió afirmativamente e invitó a enviar artículos con periodicidad semanal sobre temas de política internacional lo cual acepté y llevé a cabo puntualmente  hasta el ano 2014 cuando el periódico fue adquirido por sus actuales y desconocidos dueños y se me excluyó .
Terminada la gestión de Schacht como Canciller y luego Ministro de la Secretaría, retomó su columna "Atalaya" lo cual me hizo suponer que mi interinato terminaría pero tuve la sorpresa de que GJS me mandó decir que  me invitaba a continuar escribiendo. Expresé mi deseo de concurrir a su oficina para agradecerle el gesto y me indicó que tal cosa no era necesaria.
En los años posteriores tuve algunos pocos encuentros en eventos sociales con Schael -a quien siempre le expresé mi agradecimiento por la oportunidad que me dio- y en alguno que otro tema relacionado con el Museo del Transporte que él promovía y que posteriormente gerenciaría su hijo. 

Adolfo P. Salgueiro
Abogado e Internacionalista
27 de Abril de 2016

Los muertos de "Buena Vista"

"La imagen de la muerte no es causa de espanto para el hombre culto, ni se ofrece como último término al creyente. Por ella, el primero aprende a conocer la vida, en su provecho, y el segundo espera un más allá de eterna dicha, animándole en sus días de tristeza y de dolor. Para uno y para otro, la muerte viene a ser vida".       Goethe 

 El pico oriental de la Silla de Caracas alcanza a 2.600 metros sobre el nivel del mar, pero la mayor elevación de la cordillera es la del pico de Naiguatá, a 2.765 metros. Desde esta altura y en los días despejados se pueden ver las islas del archipiélago de Los Roques. En importancia sigue el "Topo Galindo" (2.550 metros) y el pico "Goering" (2.470). Al otro lado del Avila, con amplia visión sobre el mar, se halla el picacho de "Galipán" (1.070), cuyo acceso es posible por "Boca de Tigre" o bien por el "Palmar de Cariaco".  Justamente bajo tan pintoresca elevación y a 1.180 metros de altitud, desde don-de podían divisarse Maiquetía, el puerto de La Guaira y parte de la hacienda "Juan Díaz", en Caraballeda, se hallaba la finca "Buena Vista", propiedad del doctor Gottfried Knoche, escenario de una serie de extraños acontecimientos no muy conocidos o casi olvidados ya en nuestros tiempos.

¿Quién era el doctor Gottfried Knoche? 

Gottfried Knoche, nacido en Halberstadt en 1813, obtiene su grado en la Universidad de Freiburg Alemania, el año 1837. Invitado por paisanos residentes en la Guaira, desembarca en este puerto en 1840 y empieza a ejercer su profesión. Era médico y cirujano. Poco después trajo a Venezuela a su esposa, así como a dos enfermeras que habían trabajado con él en el hospital de Freiburg. Eran aquéllas muy competentes y le ayudaban en los actos quirúrgicos. 
Tuvo una hija de nombre Anna (1840-1879), quien casó con Heinrich Müller (1822-1881), y un hijo que años más tarde vino desde Alemania. Médico como su padre, se radicó en Puerto Cabello. No se conocen mayores detalles acerca de su destino. 
Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira solía el doctor Knoche hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde lo alto del picacho, y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción. 
Quizá fue así como nació su idea de adquirir alguna posesión en los alrededores. No muy lejos existían pequeñas fincas destinadas desde la época colonial al cultivo del café y frutales. Knoche fijó su atención de manera preferente en una y la adquirió a bajo precio, con el fin de pasar en ella los fines de semana. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le prestaba el calor de La Guaira, se mudó definitivamente para tan pintoresco lugar. Le acompañaron su esposa, su hija Anna, Heinrich Müller y las dos enfermeras Josefina y Amalia Weismann. Esta última sobreviviría a todos. Murió en 1926. 
Se dispuso entonces a edificar una casa como las de la Selva Negra dotada de un gran salón o "hall" revestido de madera, con su chimenea y gradería de rústico a la entrada. Casi todo el material fue transportado desde La Guaira a lomo de mulas. Las habitaciones estaban dotadas por amplios ventanales que daban al mar. Personas que tuvieron la suerte o el privilegio de conocer aquella posesión a fines del siglo pasado, elogiaron el buen gusto con que estaba decorada. Hacia la parte posterior tenía el doctor Knoche su laboratorio de experimentación, muy ventilado y espacioso. Trabajaba en él intensamente en la preparación de un líquido de su propia invención para ser inyectado en los cadáveres y preservarlos de la descomposición sin necesidad de extraer las vísceras. Hay quienes atestiguan que nuestro personaje lograba retirar durante la noche, para no alarmar al vecindario, algunos cuerpos de la morgue del Hospital San Juan de Dios y los hacía subir a lomo de mulas al cerro con un sirviente de confianza, para someterlos a su procesamiento. 


Cuéntese en Galipán que cierta noche el cadáver de un sujeto apodado "Pescado de Oro" cayó de la mula que lo transportaba y se le desprendió la cabeza, que rodó por el barranco. Como el cuerpo quedó inservible para los experimentos, fue enterrado en un canjilón, cerca del "Palmar de Cariaco". 
Knoche debía tener autorización del hospital por su condición de médico. A la entrada de su residencia y a la intemperie estaba el cadáver uniformado de José Pérez, antiguo soldado de la Federación. Sólo al acercarse los visitantes la tétrica posesión de "Buena Vista", podían contemplar la momia. 
La intriga y habladurías de algunos vecinos hicieron correr el rumor de que el doctor  Knoche practicaba "brujería", lo cual, desde luego, no parece cierto. 
El escritor Miguel Aristeguieta visitó la posesión de Knoche en 1925, vive aún la antigua y fiel ama de llaves Amalia Weismann, quien le enseña algunos de los departamentos de la casa. "Cuando penetré al salón principal -dice- creía que me hallaba en la galería de algún castillo erigido en él Gran Ducado de Baden. El mueblaje y los cuadros que pudimos ver en la galería de Knoche parecían pregonar episodios culminantes del antiguo imperio germano. En uno de los muros colgaba copia de la famosa pintura que representa la entrevista en el campo de Waterloo sostenida entre el Duque de Wellington y Blucher. Más allá, y a la derecha de la chimenea, se hallaba el retrato de Federico el Grande, el Húsar Rojo, y otros que correspondían a los príncipes famosos de la Casa de Prusia". 
Eduardo Rooswaag, quien visita "Buena Vista" a mediados del mismo año de 1925 junto con un grupo de excursionistas, nos hizo una interesante descripción de las hermosas plantaciones que rodeaban la casa, naranjos en flor, toronjas, aguacates, tamarindos y una variedad de catleyas, en su invernadero rosas y claveles.
Aquel grupo estaba integrado por Sofía Wallis, Eva Melchert, Roberto Monte mayor, Alex Melchert, Graciela Machado, Eduardo Winckelmann, Joseph van Hoffen, Hans Raibrer, el poeta y escritor Miguel Angel Aristeguieta y el mismo señor Eduardo Rooswaag, presidente y miembro fundador del Centro Excursionista. 


Refiere Rooswaag que después de la muerte de Amalia Weismann, no presentándose ningún heredero, la finca fue saqueada sistemáticamente. Atraídos por la leyenda, buscadores de oro cavaron infinidad de hoyos para destruir completamente la casa. Sobre aquellas ruinas alguien levantó posteriormente un rancho. Lo que aún quedaba de la vieja estructura fue poco a poco invadido por la maleza. Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y él horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión del Avila. 
La extraña personalidad de Gottfried Knoche despertó diversas controversias. Cierta gente creó una atmósfera tétrica alrededor del médico alemán. No tenían noción acerca de sus experimentos basados en la aplicación de un líquido momificador a los cadáveres. En contraposición con esta actitud, fueron muchos los que se preocuparon por destacar los aspectos positivos de la existencia del propietario de "Buena Vista". 
Testimonio de ello serían las declaraciones suministradas por el señor Carlos Henrique Reverón, una de las personas que vieron por última vez al doctor Knoche en La Guaira, a principios de 1901. "Era caritativo y humanitario, no cobraba a los pobres y, en cuanto a sus operaciones y diagnósticos, por su técnica y acierto —dijo— eran casi perfectos". El famoso médico murió en su finca del Avila el 2 de enero de 1901. 
Por su parte, el doctor Eduardo Rohl, durante muchos años director del Observatorio Cajigal y miembro de la Sociedad de Ciencias, inserta en su libro "Exploradores Famosos de la Naturaleza" un apunte biográfico de nuestro personaje: "Fue un médico práctico y hábil cirujano —dice, según los gratos recuerdos que de sus actividades profesionales se conservan. Durante la terrible epidemia de cólera que azotó al país en los años de 1854-1856, figuró entre los médicos que lucharon en La Guaira contra dicha peste." 
A mediados de 1929 subió a la mansión de Knoche el doctor Federico Milá de la Roca, quien hizo cuidadosas observaciones del lugar, principalmente en el anfiteatro. Muchos de estos apuntes o anotaciones serán publicados por el doctor  Milá de la Roca, junto con otras apreciaciones acerca de distancias y altitudes tomadas a lo largo de más de un cuarto de siglo de estar realizando excursiones a la montaña. 
En aquella ocasión se apreciaba la siguiente disposición de las momias con sus respectivas inscripciones: 
1) Un nicho de mármol sin la tapa, con parte del esqueleto sola-mente. Se supone perteneció a la esposa del doctor Knoche.  

2) Ana Müller geb Knoche:  nació 10...de 1840, falleció 23...1879 (hija del doctor Knoche). 
3) Heinrich Müller, nació el 26-11-1812 en Liebnau, falleció el 7-4-1881. 
4) Josefina Weissmann: 29-6-1830 en Halberstadt, destruida la parte de la placa con la fecha del fallecimiento.  
5) A la entrada de la finca la momia o cadáver de José Pérez. 
A raíz de algunas publicaciones acerca de la vida del doctor Knoche, nuestro apreciado amigo el doctor José Izquierdo, famoso profesor de Anatomía en la Facultad de Medicina de la U.C.V., dio a conocer algunas notas en las cuales ponía en duda el doctorado del alemán. Posteriormente el mismo doctor  lzquierdo  comprobó su error, y, en acto que lo enaltece, procedió a rectificar en los términos siguientes: 
"Caracas, 12 septiembre de 1964' 

Sr. Guillermo José Schael. Pte. Apreciado amigo: 
Hallada la prueba documental del doctorado del Dr. Knoche, tengo el placer de remitirla a Ud. para su publicidad y cumplir así el deber de rectificar mis anteriores opiniones acerca de él. Tal prueba es la siguiente: 
"LIBRO N° 4 DE ACTAS DE GRADOS EN MEDICINA. FOLIO N°  20.
Con fecha veinte y dos de julio de mil ochocientos cuarenta y cinco, la Facultad Médica expidió Título de Revalidación en Medicina al Sr. Dr. Godofredo Knoche. Fecha ut-supra. Firmado, Elías Rodríguez, Secretario." 
(Aquí un sello de la Universidad Central.) 
Mi renuencia a creer en el carácter universitario del Dr. Knoche, era justificada, pues: 1 °—Es ahora, ya probablemente transcurrido casi un siglo después de su desaparición, cuando han sido publicadas numerosas referencias acerca de él; y 2°—Me parecía sumamente extraño el hecho de que un profesional revalidara para sumirse en la soledad de un eremita en vez de radicarse en la Capital de la República. 
Ahora, respecto a tales referencias, anécdotas y demás noticias relativas al susodicho doctor, han de ser acreditadas documentalmente cualquiera sea la autoridad moral, intelectual o social de sus expositores, pues la tradición oral y la fantasía fácilmente se prestan a alteraciones o innovaciones subordinadas a tendencias de leyenda. 
Su afmo., José Izquierdo." 
Antes de aparecer la honrosa rectificación del doctor Izquierdo, el señor Julio G. González se había adelantado a publicar la siguiente nota en defensa de la memoria del doctor Knoche. 
"La Guaira: 15-9-64. 

El doctor Knoche hizo muy bien en adentrarse en la provincia para prestar allí sus servicios profesionales. Y en La Guaira y alrededores era muy conocida su persona, así como su esmero en atender a los pobres, especialmente en una época en la cual no abundaban los médicos. Lo que sorprende es el hecho de que un médico moderno se haya expresado sobre él en términos despectivos, demostrando un desconocimiento increíble de la vida ciudadana y profesional del ilustre médico alemán 
Ahora resulta que el doctor Knoche verificó la reválida legalmente con fecha 22 de julio de 1845, dejando muy mal paradas las destempladas aseveraciones del autor de "El Raspado". Dice éste entre otras tonterías, que "Me parece sumamente extraño el hecho de que un profesional revalidara para sumirse en la soledad de un eremita en vez de radicarse en la Capital de la República".
Revalidar y salir para la provincia, no tiene nada de extraño y sí mucho de honroso sacrificio... Precisamente, en ello radica el mérito del doctor Knoche, cuya memoria ha debido merecerle más respeto... 
Muy atentamente: Julio R. González R." 
Luego de esta "filípica" del señor González, explicaría el doctor José Izquierdo que había sido razonable dudar acerca de la reválida, pues no se concibe fácilmente el hecho de que tras haber superado el doctor Knoche toda aquella serie de inconvenientes que suponía el cotejamiento en otro idioma de su aptitud profesional, hubiese tomado la determinación de aislarse en la montaña, sin preocuparse de hacer contactos con sus colegas o de ejercer en el puerto sin interrupciones, incorporándose al movimiento científico de la época.
Guillermo J. Schael



sábado, 23 de abril de 2016

Guillermo José Schael: cuando el automóvil es historia


Guillermo José Schael es algo así como un "fanático" del automóvil y de la industria automovilística. Es fundador del Museo del Transporte y autor de un libro sobre la historia del automóvil en Venezuela —libro lleno de fotografías de una Caracas para la cual el auto hoy en día cotidiano todavía era una sorpresa. 
Sin embargo, nos lo dice él mismo, su afición por la industria data de mucho .tiempo atrás. En efecto, en sus tiempos de estudiante coleccionaba todo lo que tuviera que ver con el ramo y, como hoy en día sucede también con muchos de nuestros jóvenes, tenía una intuición especial para comprender cuáles eran las pequeñas y grandes innovaciones que los fabricantes introducían cada año. 
Ese amor por la industria automovilística lo lleva a fundar el Museo del Transporte, iniciativa que había acariciado durante muchos años (se considera a sí mismo pionero del museo) y cuyos propósitos fundamentales estaban orientados a la recreación de la colectividad y al cumplimiento de funciones docentes. 
El Museo del Transporte fue inaugurado en el año 1970, aunque sin embargo el comité para su promoción ya estaba formado desde 1965. De este modo, pronto el museo va a cumplir quince años y quisimos conocer su opinión acerca de la evolución particular del museo. 
— ¿Cómo surge este museo? 
—Este museo se comenzó a constituir —contesta Guillermo José Schael— con motivo de los actos programados para el cuatricentenario de Caracas, en 
1966. Un año antes se conformó una junta que incluía al Sr. Eugenio Mendoza, a Mauro Páez Pumar, a Santiago Hernández Ron, a Alfredo la Fuente y a mí. De esa junta quedaron finalmente dos personas, entre las cuales estaba yo, y nos dedicamos de lleno a la construcción de este museo. 
—Personalmente ¿cuál era su interés? 
—Desde la primaria tuve un gran interés por el automovilismo y por la historia de su desarrollo. Uno de mis hobbies consistía en tener réplicas de modelos de automóviles hechas a escala y con la mayor perfección. Entre los grupos escolares yo era considerado un experto, porque era capaz de identificar los modelos inmediatamente, adivinar su fecha de construcción, e intuir cuáles eran los progresos que introducía(' cada año los fabricantes. 
Conocía también a los concesionarios y a los distribuidores de las principales marcas aquí. Al mismo tiempo, me interesaba por su historia: nadie se imagina hasta qué punto los automóviles contribuyeron al desarrollo de las vías de comunicación. Cuando llegaron los primeros automóviles aquí no teníamos carreteras y tan es así que los primeros automóviles que llegaron —en cajas— desde los Estados Unidos, los trajo Edgar Anzola y subieron en ferrocarril. Al interior llegaron algunos en lomo de mula. 
— ¿Cuáles fueron sus objetivos al fundar el Museo del Transporte? 
—Se consideró, como sucede en toda ciudad culta, que era necesaria la Fundación del Museo del Transporte. Fue un proyecto que acometimos con gran entusiasmo. Pero tiene que saber que era una idea muy vieja, puesto que nosotros, además de fundadores, somos pioneros del museo. 
Antes de que existiera la Fundación, en efecto, nosotros nos reuníamos —los que teníamos vehículos antiguos activos— para hacer una serie de desfiles. Tales desfiles constituían la sensación de una Caracas de menos de dos millones de habitantes. El desfile que nosotros hicimos en julio de 1966 constituyó un evento cultural significativo, algo que le sorprendería si Ud. pudiera verlo ahora. No era —nos dice con un cierto dejo nostálgico— la Caracas de hoy, entregada al pillaje y a la depredación. Eso constituye uno de nuestros grandes problemas ahora. 
— ¿A qué se refiere? 
—Aquí, los jóvenes ven un automóvil y lo primero que se les ocurre es ver cómo se pueden llevar algún "suvenir" de los carros antiguos. Nosotros tenemos una verdadera carencia de vigilancia y nos faltan los grandes recursos fue tienen los otros museos del mundo. Se lo digo porque aquí hemos perdido, injustificadamente, piezas muy importantes. Yo creo que hay gente que no está educada para ver un museo, para visitarlo. Aquí entran una serie de "zagaletones" sin control ninguno. Aunque me han dicho que eso sucede en todas partes del mundo, yo creo que aquí hay realmente falta de vigilancia, producida fundamentalmente por la falta de recursos. 
Lo cierto es que, pese a todas las dificultades, el museo ha venido creciendo. Pero, con todo, ese crecimiento y la falta de recursos nos han venido asfixiando un poco. Como decía Eugenio Mendoza —quién, como le dije, también es fundador de esta institución—
"Siempre se sabe cuándo nace un museo pero no se sabe cuándo terminará de crecer". 
La paradoja es que este museo se ha venido encogiendo debido a la carencia de espacio. Sin embargo, tenemos algunas nuevas iniciativas: por ejemplo, tenemos el proyecto de la organización de una sala audiovisual, destinada a la historia del automóvil, y para ello quisiéramos contar con la ayuda de algunas universidades, privadas y del Estado. Con este tipo de ayuda, quizá se puedan hacer las ampliaciones necesarias. 
No obstante todas las dificultades, hemos tenido la satisfacción de poseer el apoyo de la comunidad, de la colectividad en general, la cual continuamente nos ha proporcionado recursos. 
Al mismo tiempo, las donaciones no nos faltan. Gracias a ellas nosotros poseemos verdaderas joyas automovilísticas, joyas que cualquier museo del mundo estaría orgulloso de exhibir. Nosotros aspiramos seguir contando con esa confianza. 
— ¿Qué tipo de apoyo tienen Uds.? 
—Nos sostenemos con una serie de recursos exiguos y con eventuales donaciones. La SHELL tuvo el gesto, antes de ser nacionalizada, de donarnos una locomotora antigua. Hay, también, una industria metalúrgica que nos ayuda con la reconstrucción de los repuestos de los autos antiguos. Pero no existe la mano de obra especializada, o es muy escasa, fundamentalmente por la situación que está atravesando el país en esta hora de dificultades. 
Nosotros le dedicamos todo nuestro tiempo a esta institución, atendiéndola en todas sus necesidades básicas. Actualmente forman la junta directiva el general Ramírez Torres, el ingeniero la Fuente, ocupando los cargos de presidente y vicepresidente respectivamente. Y luego están los directivos: Carlos H. Tovar, Alfredo Paúl Delfino, Iván Pulido, yo mismo.... 
— ¿Qué orígenes tienen, en general las piezas que Uds. tienen aquí? Son donaciones particulares. Tenemos, por ejemplo, la cochera, donada por el señor Eugenio Mendoza y llena de piezas 
del s. XIX. Hay una diligencia donada por la Fundación Mendoza también y que fue construida por la casa Mühler de París. Tenemos un Gran turismo de 1931, un Lincoln gomero de siete asientos, una bicicleta del siglo XIX, la cual fue donada por Enrique Brandt. Hay también un departamento especial para la exhibición de los primeros camiones que llegaron a Venezuela: un Mack de 1923, un Federal y un Willys Knigth, el cual fue donado por Rafael Ginnari. 
Finalizada la entrevista no podemos más que sorprendernos del empuje y la mística que ha llevado a la constitución y al mantenimiento de este museo. 
Pero tampoco podemos menos que destacar la preocupación de Guillermo José Schael acerca del destino de la institución que él ayudó a fundar: teme que su presupuesto, que él ya considera escaso, se le reduzca todavía más debido a la situación que atraviesa el país. 
Cuando el Museo ya va a cumplir sus quince años es importante que todos reiteremos el compromiso adquirido cuando se constituyó la Fundación para la Organización del Museo del Transporte y contribuyamos al mantenimiento y desarrollo de este centro de recreación y acervo histórico.
Texto del reportaje publicado sin firma en la revista FADAM (Federación de Asociaciones de Distribuidores de Automotores y Maquinarias de Venezuela) No. 8, año 2. Caracas, Mayo de 1984.
Nota: Guillermo José Schael González, nacido en Caracas el 29 de abril de 1919, falleció en su residencia en La Castellana, Caracas, la tarde del domingo 23 de abril de 1989.



viernes, 25 de octubre de 2013

Brujula: El Misterio de los Tranvías

Reportaje publicado en el Diario El Universal en el mes de julio de 1976

Brujula: El Caso de los tranvías de Caracas


Reportaje publicado en el Diario El Universal el 04 de enero de 1944

Federico Strauss, limusina Packard y un Franklin que nunca llegó

En mayo de 1974 falleció don Federico Strauss, técnico de alto nivel en los talleres del Gran Ferrocarril de Venezuela (GFV) desde cuando llega al país hacia 1920. Había nacido en Alemania en 1899,

Luego de años sirviendo al GFV, trabajó en Carenero, también en asuntos relacionados con aquel ferrocarril que desde ese puerto mirandino operaba hacia el interior de Barlovento.

El señor Strauss hizo muy buena amistad con mis padres, Julio César Bello Urbina y Caridad Domínguez de Bello. Los hijos de Strauss, mi hermano y yo, jugábamos alrededor de la casa asignada a Strauss por la compañía alemana del ferrocarril para que viviera. Era de estilo alemán, situada a un lado de la línea del tren en El Guarataro. En la época vacacional, juntos íbamos a La Guaira, Calle Ricaurte número 1.

Pues bien, estando en el velorio del viejo Strauss, en la funeraria La Equitativa en El Rosal, Guillermo José Schael, el periodista de El Universal, quien varias veces entrevistó al señor Strauss por los nexos con los trenes, vio de lejos mi limusina Packard del año 1940 en la que llegué al funeral.

Se me acercó para indagar los detalles que pudiera ofrecerle acerca de tan vistoso automóvil. Me presenté como amante de los Packard y amigo de la familia Strauss. Me dio seguridades que el general López Contreras alguna vez utilizó ese automóvil a lo cual le di el crédito merecido por persona tan compenetrada con el tema de los medios de transporte.

De ahí en adelante mantuve cierta relación con Schael quien me solicitó trajera el mío al Museo porque a pesar de que la colección incluía varios tipos de Packard, le parecía conveniente permitir que el público conociera mi preciosa limusina, además, por poseer el valor añadido de haberle servido alguna vez –según Schael- al general López Contreras, paisano tachirense de mis antepasados, mi abuelo generales Jorge Antonio Bello, y sus hermanos, también generales, Obdulio y Simón Bello, este último casado con la hermana de Cipriano Castro, los tres incorporados a la Campaña Restauradora, como Castro, nativos de Capacho Viejo-Libertad.

Mi limusina estuvo en el Museo varios meses. Venía con frecuencia para darle cariños y ver cómo Cedeño se esmeraba en cuidarla al igual que el resto de la colección.

Nunca me imaginé que algún día llegaría a ser funcionario del Museo del Transporte del cual Guillermo Schael fue de los más entusiastas fundadores y director; en mayo de 1994 me incorporaron para servir como Bibliotecario, función que aún desempeño. Mis hijos suelen repetir que formo parte del patrimonio del Museo del Transporte.

En cierta ocasión, Guillermo Schael me encomendó gestionar en Estados Unidos la posibilidad de comprar y traer un auto clásico. Hice la diligencia hasta encontrar un sedán 1923 marca Franklin, en condiciones para agregarlo a la colección del Museo. Costaba 25 mil bolívares. Por razones que no puedo precisar, nunca lo compré y menos todavía traído al país.

Juan López “Kostia”, periodista redactor de El Universal, editor de la revista humorística Salpicones, era tío de mi esposa Isabel Zarzalejo.

                                                                                  Jorge Bello Domínguez.

En la fotografía, con Guillermo Schael y mi Packard 1940, el día que nos conocimos en la avenida Venezuela de El Rosal.

Packard limusina 1941 a poco se haberla retirado de la exposición en el Museo del Transporte.

Isabel y yo examinamos el Franklin en Melbourne, Florida, donde entusiasmamos al propietario que deseaba vender aquel clásico que nunca puso llegar a Caracas.