"La
imagen de la muerte no es causa de espanto para el hombre culto, ni se ofrece
como último término al creyente. Por ella, el primero aprende a conocer la
vida, en su provecho, y el segundo espera un más allá de eterna dicha,
animándole en sus días de tristeza y de dolor. Para uno y para otro, la muerte
viene a ser vida". Goethe
El pico oriental de la Silla de Caracas alcanza a 2.600 metros sobre el nivel del mar, pero la mayor elevación de la cordillera es la del pico de Naiguatá, a 2.765 metros. Desde esta altura y en los días despejados se pueden ver las islas del archipiélago de Los Roques. En importancia sigue el "Topo Galindo" (2.550 metros) y el pico "Goering" (2.470). Al otro lado del Avila, con amplia visión sobre el mar, se halla el picacho de "Galipán" (1.070), cuyo acceso es posible por "Boca de Tigre" o bien por el "Palmar de Cariaco". Justamente bajo tan pintoresca elevación y a 1.180 metros de altitud, desde don-de podían divisarse Maiquetía, el puerto de La Guaira y parte de la hacienda "Juan Díaz", en Caraballeda, se hallaba la finca "Buena Vista", propiedad del doctor Gottfried Knoche, escenario de una serie de extraños acontecimientos no muy conocidos o casi olvidados ya en nuestros tiempos.
¿Quién era el doctor Gottfried Knoche?
Gottfried Knoche, nacido en Halberstadt en 1813, obtiene su grado en la Universidad de Freiburg Alemania, el año 1837. Invitado por paisanos residentes en la Guaira, desembarca en este puerto en 1840 y empieza a ejercer su profesión. Era médico y cirujano. Poco después trajo a Venezuela a su esposa, así como a dos enfermeras que habían trabajado con él en el hospital de Freiburg. Eran aquéllas muy competentes y le ayudaban en los actos quirúrgicos.
Tuvo una hija de nombre Anna (1840-1879), quien casó con Heinrich Müller (1822-1881), y un hijo que años más tarde vino desde Alemania. Médico como su padre, se radicó en Puerto Cabello. No se conocen mayores detalles acerca de su destino.
Amante de la naturaleza, durante sus primeros tiempos en La Guaira solía el doctor Knoche hacer largas excursiones a caballo hasta las montañas de Galipán. La perspectiva fascinante que ofrece el Litoral desde lo alto del picacho, y su fresco clima debieron ejercer en él fuerte atracción.
Quizá fue así como nació su idea de adquirir alguna posesión en los alrededores. No muy lejos existían pequeñas fincas destinadas desde la época colonial al cultivo del café y frutales. Knoche fijó su atención de manera preferente en una y la adquirió a bajo precio, con el fin de pasar en ella los fines de semana. Más tarde, con el pretexto de que a su esposa no le prestaba el calor de La Guaira, se mudó definitivamente para tan pintoresco lugar. Le acompañaron su esposa, su hija Anna, Heinrich Müller y las dos enfermeras Josefina y Amalia Weismann. Esta última sobreviviría a todos. Murió en 1926.
Se dispuso entonces a edificar una casa como las de la Selva Negra dotada de un gran salón o "hall" revestido de madera, con su chimenea y gradería de rústico a la entrada. Casi todo el material fue transportado desde La Guaira a lomo de mulas. Las habitaciones estaban dotadas por amplios ventanales que daban al mar. Personas que tuvieron la suerte o el privilegio de conocer aquella posesión a fines del siglo pasado, elogiaron el buen gusto con que estaba decorada. Hacia la parte posterior tenía el doctor Knoche su laboratorio de experimentación, muy ventilado y espacioso. Trabajaba en él intensamente en la preparación de un líquido de su propia invención para ser inyectado en los cadáveres y preservarlos de la descomposición sin necesidad de extraer las vísceras. Hay quienes atestiguan que nuestro personaje lograba retirar durante la noche, para no alarmar al vecindario, algunos cuerpos de la morgue del Hospital San Juan de Dios y los hacía subir a lomo de mulas al cerro con un sirviente de confianza, para someterlos a su procesamiento.
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Cuéntese en Galipán que cierta noche el cadáver de un sujeto apodado "Pescado de Oro" cayó de la mula que lo transportaba y se le desprendió la cabeza, que rodó por el barranco. Como el cuerpo quedó inservible para los experimentos, fue enterrado en un canjilón, cerca del "Palmar de Cariaco".
Knoche debía tener autorización del hospital por su condición de médico. A la entrada de su residencia y a la intemperie estaba el cadáver uniformado de José Pérez, antiguo soldado de la Federación. Sólo al acercarse los visitantes la tétrica posesión de "Buena Vista", podían contemplar la momia.
La intriga y habladurías de algunos vecinos hicieron correr el rumor de que el doctor Knoche practicaba "brujería", lo cual, desde luego, no parece cierto.
El escritor Miguel Aristeguieta visitó la posesión de Knoche en 1925, vive aún la antigua y fiel ama de llaves Amalia Weismann, quien le enseña algunos de los departamentos de la casa. "Cuando penetré al salón principal -dice- creía que me hallaba en la galería de algún castillo erigido en él Gran Ducado de Baden. El mueblaje y los cuadros que pudimos ver en la galería de Knoche parecían pregonar episodios culminantes del antiguo imperio germano. En uno de los muros colgaba copia de la famosa pintura que representa la entrevista en el campo de Waterloo sostenida entre el Duque de Wellington y Blucher. Más allá, y a la derecha de la chimenea, se hallaba el retrato de Federico el Grande, el Húsar Rojo, y otros que correspondían a los príncipes famosos de la Casa de Prusia".
Eduardo Rooswaag, quien visita "Buena Vista" a mediados del mismo año de 1925 junto con un grupo de excursionistas, nos hizo una interesante descripción de las hermosas plantaciones que rodeaban la casa, naranjos en flor, toronjas, aguacates, tamarindos y una variedad de catleyas, en su invernadero rosas y claveles.
Aquel grupo estaba integrado por Sofía Wallis, Eva Melchert, Roberto Monte mayor, Alex Melchert, Graciela Machado, Eduardo Winckelmann, Joseph van Hoffen, Hans Raibrer, el poeta y escritor Miguel Angel Aristeguieta y el mismo señor Eduardo Rooswaag, presidente y miembro fundador del Centro Excursionista.
Refiere Rooswaag que después de la muerte de Amalia Weismann, no presentándose ningún heredero, la finca fue saqueada sistemáticamente. Atraídos por la leyenda, buscadores de oro cavaron infinidad de hoyos para destruir completamente la casa. Sobre aquellas ruinas alguien levantó posteriormente un rancho. Lo que aún quedaba de la vieja estructura fue poco a poco invadido por la maleza. Algunas de las paredes exteriores, los marcos de las puertas de la entrada principal, la caballeriza, un tanque, el laboratorio y él horno de la cocina son los últimos vestigios de la misteriosa posesión del Avila.
La extraña personalidad de Gottfried Knoche despertó diversas controversias. Cierta gente creó una atmósfera tétrica alrededor del médico alemán. No tenían noción acerca de sus experimentos basados en la aplicación de un líquido momificador a los cadáveres. En contraposición con esta actitud, fueron muchos los que se preocuparon por destacar los aspectos positivos de la existencia del propietario de "Buena Vista".
Testimonio de ello serían las declaraciones suministradas por el señor Carlos Henrique Reverón, una de las personas que vieron por última vez al doctor Knoche en La Guaira, a principios de 1901. "Era caritativo y humanitario, no cobraba a los pobres y, en cuanto a sus operaciones y diagnósticos, por su técnica y acierto —dijo— eran casi perfectos". El famoso médico murió en su finca del Avila el 2 de enero de 1901.
Por su parte, el doctor Eduardo Rohl, durante muchos años director del Observatorio Cajigal y miembro de la Sociedad de Ciencias, inserta en su libro "Exploradores Famosos de la Naturaleza" un apunte biográfico de nuestro personaje: "Fue un médico práctico y hábil cirujano —dice, según los gratos recuerdos que de sus actividades profesionales se conservan. Durante la terrible epidemia de cólera que azotó al país en los años de 1854-1856, figuró entre los médicos que lucharon en La Guaira contra dicha peste."
A mediados de 1929 subió a la mansión de Knoche el doctor Federico Milá de la Roca, quien hizo cuidadosas observaciones del lugar, principalmente en el anfiteatro. Muchos de estos apuntes o anotaciones serán publicados por el doctor Milá de la Roca, junto con otras apreciaciones acerca de distancias y altitudes tomadas a lo largo de más de un cuarto de siglo de estar realizando excursiones a la montaña.
En aquella ocasión se apreciaba la siguiente disposición de las momias con sus respectivas inscripciones:
1) Un nicho de mármol sin la tapa, con parte del esqueleto sola-mente. Se supone perteneció a la esposa del doctor Knoche.
2) Ana Müller geb Knoche: nació 10...de 1840, falleció 23...1879 (hija del doctor Knoche).
3) Heinrich Müller, nació el 26-11-1812 en Liebnau, falleció el 7-4-1881.
4) Josefina Weissmann: 29-6-1830 en Halberstadt, destruida la parte de la placa con la fecha del fallecimiento.
5) A la entrada de la finca la momia o cadáver de José Pérez.
A raíz de algunas publicaciones acerca de la vida del doctor Knoche, nuestro apreciado amigo el doctor José Izquierdo, famoso profesor de Anatomía en la Facultad de Medicina de la U.C.V., dio a conocer algunas notas en las cuales ponía en duda el doctorado del alemán. Posteriormente el mismo doctor lzquierdo comprobó su error, y, en acto que lo enaltece, procedió a rectificar en los términos siguientes:
"Caracas, 12 septiembre de 1964'
Sr. Guillermo José Schael. Pte. Apreciado amigo:
Hallada la prueba documental del doctorado del Dr. Knoche, tengo el placer de remitirla a Ud. para su publicidad y cumplir así el deber de rectificar mis anteriores opiniones acerca de él. Tal prueba es la siguiente:
"LIBRO N° 4 DE ACTAS DE GRADOS EN MEDICINA. FOLIO N° 20.
Con fecha veinte y dos de julio de mil ochocientos cuarenta y cinco, la Facultad Médica expidió Título de Revalidación en Medicina al Sr. Dr. Godofredo Knoche. Fecha ut-supra. Firmado, Elías Rodríguez, Secretario."
(Aquí un sello de la Universidad Central.)
Mi renuencia a creer en el carácter universitario del Dr. Knoche, era justificada, pues: 1 °—Es ahora, ya probablemente transcurrido casi un siglo después de su desaparición, cuando han sido publicadas numerosas referencias acerca de él; y 2°—Me parecía sumamente extraño el hecho de que un profesional revalidara para sumirse en la soledad de un eremita en vez de radicarse en la Capital de la República.
Ahora, respecto a tales referencias, anécdotas y demás noticias relativas al susodicho doctor, han de ser acreditadas documentalmente cualquiera sea la autoridad moral, intelectual o social de sus expositores, pues la tradición oral y la fantasía fácilmente se prestan a alteraciones o innovaciones subordinadas a tendencias de leyenda.
Su afmo., José Izquierdo."
Antes de aparecer la honrosa rectificación del doctor Izquierdo, el señor Julio G. González se había adelantado a publicar la siguiente nota en defensa de la memoria del doctor Knoche.
"La Guaira: 15-9-64.
El doctor Knoche hizo muy bien en adentrarse en la provincia para prestar allí sus servicios profesionales. Y en La Guaira y alrededores era muy conocida su persona, así como su esmero en atender a los pobres, especialmente en una época en la cual no abundaban los médicos. Lo que sorprende es el hecho de que un médico moderno se haya expresado sobre él en términos despectivos, demostrando un desconocimiento increíble de la vida ciudadana y profesional del ilustre médico alemán
Ahora resulta que el doctor Knoche verificó la reválida legalmente con fecha 22 de julio de 1845, dejando muy mal paradas las destempladas aseveraciones del autor de "El Raspado". Dice éste entre otras tonterías, que "Me parece sumamente extraño el hecho de que un profesional revalidara para sumirse en la soledad de un eremita en vez de radicarse en la Capital de la República".
Revalidar y salir para la provincia, no tiene nada de extraño y sí mucho de honroso sacrificio... Precisamente, en ello radica el mérito del doctor Knoche, cuya memoria ha debido merecerle más respeto...
Muy atentamente: Julio R. González R."
Luego de esta "filípica" del señor González, explicaría el doctor José Izquierdo que había sido razonable dudar acerca de la reválida, pues no se concibe fácilmente el hecho de que tras haber superado el doctor Knoche toda aquella serie de inconvenientes que suponía el cotejamiento en otro idioma de su aptitud profesional, hubiese tomado la determinación de aislarse en la montaña, sin preocuparse de hacer contactos con sus colegas o de ejercer en el puerto sin interrupciones, incorporándose al movimiento científico de la época.
Guillermo J. Schael